La salida del Madrid fue otra vez la perfección. Presionando arriba, hilando finas jugadas de ataque, llegando. Un vendaval que marcó dos goles muy rápidamente y luego, tras un leve sesteo, un tercero en contraataque fulminante. Algo de lo más parecido a la perfección. Juego de presión, juego de toque, buen ataque a defensa cerrada, buen contraataque. Un equipo que mezcló juego, que recitó bien la lección en todas las asignaturas del fútbol. Muy mal enemigo para este Villarreal que aún trata de reponerse de la depre que le produjo verse tan maltratado por la suerte en el bombo de la Champions.
No, no era sitio para reponerse. Este Madrid ya es más que una amenaza seria para el Barça. Estas cosas cambian, pero en la foto de este preciso instante luce mejor, y eso que Cristiano tuvo su noche más pálida desde que llegó al Madrid. Intervino poco, disparó poco, desbordó poco... Pero el colectivo pudo permitirse esa pérdida sin mayores daños. A cambio, Kaká está otra vez fenomenalmente bien. Ahora ya se puede decir que Mourinho lo ha conseguido: el brasileño vuelve a ser un jugador grandioso, de los que hacen de verdad la diferencia. Feliz con el balón, suelto, goleador preciso...
Ya no hay 'trivote' en cuanto entra el segundo gol, como el curso pasado. Ya no es un equipo rocoso y táctico que lo fiaba todo al tremendo poder de Cristiano. Ahora es un grupo que cultiva la belleza, hace goles con facilidad, resuelve los partidos pronto y luego pasea el balón. Marca más goles que el Barça, está un punto por delante y le está robando plano. Eso sí: aún marcha por detrás de ese Levante irresistible que ayer obtuvo su séptima victoria consecutiva, una de ellas ante el propio Madrid. El milagro hermoso de cada temporada, esta vez más milagro y más hermoso que nunca.